Esa mirada.

lunes, 3 de junio de 2013

Como un "te quiero" al aire.

Miro y no veo, pero sé que sus ojos se han teñido de puro orgullo y satisfacción. La mesa tiembla, las fichas se mueven y el repiqueteo indecente de las copas de champán ya no nos sorprende. Sabemos a qué hemos venido. Sé a qué he venido. 
Es hora de pagar la deuda, recordando con tres lágrimas de dolor y una de añoranza el recuerdo de mi sonrisa, una sonrisa que decías que te encantaba, mirando por encima del hombro a la que ahora está en un trono de cartón.


Imbécil, yo tenía el de mármol.

Pero, ¿qué coño voy a decir yo? Ahora me tengo que arrodillar bajo la mesa para que me digan que he hecho algo bien. Me doy asco. Pero lo sigo haciendo, a pesar de todo, a pesar de tus insultos, a pesar de tus manos crueles que manejan mi carne muerta. Carne morada, muerta y grisácea de la que brotó amarga la vida en el momento del Adiós. Carne que ha podido recibir las más dulces caricias de manos ajenas. Por eso estoy aquí, porque mi piel duele si no es con tu tacto envenenado, grita agónica si no es tu susurro de voz grave el que percibe con sus poros. 
Mi carne se queja, pero no mi corazón; lleva muerto desde aquel Adiós. Y es que, con tus acaramelados "para siempre" y tus escasos "te quiero" lo llenaste de dulzura infinita para ti, pero el corazón no es como la carne: Una vez se mata ya no vuelve a latir. Ni por ti, ni por mí, ni por nadie.


- Esta es la historia que nunca ocurrió entre un chico y una chica que no existieron. -

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