Esa mirada.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Ella.

Algunos la definen como una borde, otros la definen como una seca.

Yo la defino como mejor amiga.

Te quiero, Maripiki.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Dos metros y cuarenta y tres centímetros.

La apaciguada brisa otoñal acariciaba dulcemente algunas de las hojas, que ya perdían su resplandeciente verde esmeralda, tornándolas a ese color marrón tan único y característico, imposible de plasmar con suma perfección en un lienzo, ni siquiera por el mejor de los artistas conocidos y por conocer.
El aire paseaba  con movimientos delicados e invisibles por aquel claro del bosque, topándose con las hojas muertas que se dirigían al suelo y la hierba sobre la cual caían. También se movía a ras del agua de una charca que mantenía en vida todo aquel hermoso paisaje.

Aquella misma brisa se encontró con el rostro de la joven, que permanecía sentada en el suelo, transmitiéndole la esencia de todo aquello que se encontraba allí. Sintió la muerte presente en las hojas, el frescor mostrado por la hierba y la humedad del agua, todos en una combinación perfecta y única.


Respiró hondo mientras, lentamente, abría los ojos y apartaba algunos mechones de su oscuro cabello, que el aire había revuelto sobre su rostro. Bajó la mirada hasta la charca, donde algunas ranas aún croaban y saltaban de vez en cuando, observando en ésta, la luz reflejada por el sol, cuyo color cada vez era más anaranjado; ya se iba ocultando tras el horizonte.

Una sosegada sonrisa apareció en su rostro, no por ello menos amplia que las demás, mientras se incorporaba y daba un paso hacia la charca, agachándose lo suficiente como para alcanzar su daga, que descansaba en la pequeña orilla, mientras el agua terminaba eliminando los restos de sangre que aún permanecían en ella. La pasó por la tela de su oscuro vestido, secando ambos lados de la hoja y guardándola en su correspondiente lugar.
Giró sobre si misma y comenzó a caminar para salir de aquel claro, pasando junto a un montículo de tierra removida que perturbaba el aspecto homogeneo del prado, sobre el cual, yacía una pala clavada en la misma tierra que arrancó sin esfuerzo y sin frenar su paso en ningún momento. 



Justo antes de salir completamente, volvió la mirada hacia atrás observando como una fina capa de hierba ya florecía, a gran velocidad, sobre aquel montículo que pocas horas antes había hecho para esconder su pecado, sin eliminar su apaciguada sonrisa en ningún momento.



Ya quedaba menos.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Con la caída de las hojas.

El viento helado hacía flotar en el aire las primeras hojas secas que caían, muertas y sin vida, de los árboles; presagiaban que ese sería un frío otoño.


La chica andaba con rapidez, con pasos seguros y fríos, casi tanto como el ambiente. Sus labios fruncidos marcaban su disgusto y en sus ojos aún quedaban pruebas de que había llorado con fuerza, pues en torno a sus ojos su piel lucía un ligero tono rojizo. 
Volvió la mirada a su mano derecha, donde llevaba su posesión más preciada, una daga con empuñadura oscura que había pasado por todo su linaje hasta ella.
Repentinamente y sin previo aviso, sintió como si se produjera una chispa en el interior de su mente, haciendo que, acto seguido, una sonrisa ladeada, con cierto aire malévolo apareciera en su rostro:
Ya tenía un plan.
No sabía como lo haría exactamente, pero antes de que la última hoja de otoño rozara el suelo, lo lograría.

~

Hoy, mi destino y yo hemos quedado para tomar 
té con pastas.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Y pensar que sólo ha pasado un día.


Hoy, al despertar, sentí que algo faltaba, algo faltaba a mi lado. Faltabas tú durmiendo a mi lado, abrazándome como sueles hacer, de esa forma tan dulce.
Eché de menos tu sonrisa al verme despierta, al igual que echo de menos esas cosas que murmurabas que tantos estremecimientos producen en mi espalda de solo recordarlo. Ahora sigo echando de menos que te cueles en mi cama mientras duermo; perdón, no duermo.
No puedes pedirme que duerma tras dar mil vueltas en la cama, porque ahora, a diferencia de antes, no sé cuando vas a venir a dormir conmigo y me da miedo de quedarme dormida, porque no quiero despertar otro día sin tus besos ni tu hermosa mirada clavada en mi rostro mientras duermo.
Eché, echo y echaré de menos hasta que vuelvas, cada una de esas cosas que nadie más sabe y que en silencio esperan, entre mis sábanas, a que vuelvas a recordármelas; caricia a caricia, beso a beso.
Y ante todo echo de menos que me susurres que me quieres y todo eso que me necesitas; ni la mitad de lo que yo a ti.

Sólo prométeme otro dos de abril.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Castillo de naipes.

Futuro. Todos pensamos en él, todo el tiempo. 
¿Me explica alguien por qué? Sí, planificaciones. Siempre planeamos para un futuro; ir a la universidad o no, casarnos o no, viajar o no. Siempre trazando y eligiendo diferentes posibilidades dentro de un abanico lleno de ellas. Algunas opciones mejores y otras peores; algunas las tenemos decididas y con otras pasamos mucho tiempo reflexionándolas.


Hoy os propongo algo: Vivid el presente. No digo que no planifiquéis un futuro, es más, esas planificaciones surgen del querer disfrutar la vida. 


¿Cómo vais a disfrutar la vida si os lleváis toda ella planificándola?


Vive el minuto, el segundo; nunca dejes de VIVIR en mayúsculas. Sólo tenemos una vida y las mejores experiencias surgen a veces de la expontaneidad de cada uno. 
No quiero que prometas que me harás reina el mundo, tampoco quiero que prometas que me regalarás el cielo.
Sólo prométeme un beso al despertarme mañana y después, ya veremos.

De ahí mi teoría que la vida es como un gran castillo de naipes. Nunca sabes hasta donde, ni como llegarás. ¿Me explicas para qué cojones piensas en el séptimo piso de cartas si ni siquiera has acabado la base? Puede que muchas veces el castillo se desmorone por una carta mal colocada.

Pero recuerda: Siempre puedes volver a empezar; ya sabes como has de colocar esa carta para que jamás vuelva a caerse.