Esa mirada.

lunes, 30 de mayo de 2011

Jugar con el tiempo.

El tiempo, esa magnitud tan grande, que me controla, que marca todas y cada una de mis acciones. Y eso es algo que odio, puesto que me gustaría hacer lo que quiero CUANDO quiero, cosa que es imposible, todo está marcado por cada hora, minuto, segundo...
Por así decirlo, odio el tiempo. ¿Y quien no? ¿Quién no ha querido manejar el tiempo al gusto como si de unas especias en la comida se tratase? Por ejemplo parándolo en los mejores momentos de tu vida, como aquella noche oscura, acurrucada en ese sofá rojo con alguien a quien quieres más que a nadie, deseando que se pare ese maldito controlador que es el tiempo; deseando que esa persona se quede a tu lado el resto de la noche, amanecer a su lado y tener la posibilidad de sonreír al sentir sus suaves caricias, como si fueras un dulce gatito de esos a los que es imposible no querer. Abrir los ojos, verle y pensar: "Dios, está aquí, no es un sueño." Pudiendo notar perfectamente la sonrisa que se forma lentamente en tu rostro, reflejada en la que él haría después, sin mediar palabra; no, aún no, es todo demasiado perfecto como para estropearlo con ese sonido proveniente de las cuerdas vocales de alguno de los dos, o tal vez sea, que no pronunciamos una palabra porque no hay nada que decir, como si nuestras mentes estuvieran abiertas cuales libros de páginas aterciopeladas, pudiendo saber lo que el otro siente, piensa...

Sería tan bonito que, ya que no podemos controlar el tiempo de forma directa, podríamos conservar esos momentos tal y como son, invirtiendo horas y horas recordando. Oh, creo que acabo de hacerte un jaque mate en esta partida imaginaria, tiempo; podrás controlar el tiempo de mis acciones, pero no los instantes infinitos que pasaré recordándolos.

Pero una cosa quiero dejar clara; no digo que viva en el pasado, eso es de idiotas. Sólo digo, que de vez en cuando, es bueno echar una mirada hacia atrás y poder apreciar momentos que en aquellos instantes no dotaste de la importancia suficiente.

domingo, 29 de mayo de 2011

Sonrisas.

Son todas y cada una de ellas especiales. 
Todas y cada una de ellas, son importantes. Y es sobretodo en estos momentos, cuando vosotras y sólo vosotras sois capaces de hacerlas aparecer de nuevo.

Gracias, en serio, gracias.

sábado, 28 de mayo de 2011

Un presente, un futuro y una rosa.

Serán, tal vez, aquellos recuerdos, que se mezclan, fundiendo pasado y presente. Tal recuerdo como el de aquella rosa que nos sigue esperando en Florencia a que regresemos. Aquella roja y hermosa rosa, hoy estará negra, triste y arrugada. Pero dime ¿acaso es malo vivir con el pensamiento de que sigue igual de lozana y preciosa, esperándonos?

Yo, personalmente, creo que no.

Descaro.

Hay cosas sobre las que es muy difícil escribir. Por muy bien que se me de plasmar mis sentimientos en parrafadas enteras, en cada palabra, e incluso en cada letra, dotándola de un sentimiento que puede ser percibido a la hora de leerlo. Hay quien me llama descarada por mis frases, e incluso, hay quien cree que soy excesiva con mis sentimientos. Pero ¿no es lo mismo escribir sentimientos que plasmarlos en la dulce melodía que suena cada vez que rozamos un conjunto de teclas armoniosamente de un piano de cola con la yema de los dedos? Llamamos descarada a la que escribe, pero no al que toca el piano aunque describan el mismo sentimiento.
Aún así, esta descarada escritora hoy no sabe como expresar sus sentimientos, no sabe que metáfora podría usar. ¿Estaré perdiendo facultades? Puede ser. Aunque también es muy probable que sea porque realmente no sé que quiero sentir. Dentro de mi, chocan pensamientos ideales con sentimientos, haciendo su propia guerra en el interior de mi cuerpo, de forma que me producen un estremecimiento tras otro desde la nuca hasta el final de mi espalda, como si todos y cada uno de mis nervios fueran conscientes del conflicto emocional que se presenta.


Sólo puedo afirmar que los recuerdos me hacen llorar, y que con mi propia sangre escribo este final.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Demonios, demonios, demonios.

Todos tenemos pequeños demonios dentro de nosotros, que nos hacen saltarnos las normas, ir a contracorriente y oponernos a todo de vez en cuando. En cierto modo, nos hacen ser nosotros mismos, más libres y realmente es cuando nos sentimos bien. ¿Que por qué? ¿A caso me niegas que hacer lo que a uno le viene en gana no hace sentir bien? Más bien creo que se trata de lo prohibido, de hacer algo que sabes que no deberías, de sentir esa adrenalina recorrer todo tu cuerpo de forma que casi puedes saborearla y apreciar su sabor, picante y dulce a la vez.

Esos demonios, a veces, son mucho más malos de lo que deberían y más difíciles de controlar haciendo que, personas como tú y como yo, actúen siempre a contracorriente. ¿Raros? No, simplemente especiales.

Tan especiales, como ese aroma que queda debajo del fuerte olor del tabaco, mezclado con el aire que respiro a cada segundo. Ese olor que sólo yo sé reconocer. ¿Qué le hago? Si es que me recuerda a un pequeño demonio que conocí hace ya lo que parece una eternidad. Un pequeño demonio que hizo un guiño al mío y desde entonces no paran de conspirar contra nosotros, como si tuvieran vida propia. 

Aunque no hemos barajado una pequeña posibilidad, que nos mira tímida desde su carta con la figura del As dibujada en su superficie blanca, lisa y suave: ¿Y si es que somos nuestros propios demonios? Todo es posible en este mundo tan loco.


Así que dime, dime todo lo que se te ocurra, porque si hay alguien en este mundo capaz de comprenderte, pequeño demonio, es mi insolente demonio, que hace tiempo ya que no me deja dormir, pidiéndome que te diga cosas al oído, cosas dulces, saladas, e incluso agridulces. Cosas que pocos han podido escuchar alguna vez salir de mis labios. 

Todos tenemos pequeños demonios dentro de nosotros, que nos hacen saltarnos las normas, ir a contracorriente y oponernos a todo de vez en cuando. Sin embargo, amor, los nuestros controlan nuestra vida de la forma más irreal y extraña de todas.

martes, 24 de mayo de 2011

Ídolos.

Los ídolos, son esas personas, por las cuales sentimos cierta adoración, son como nosotros quisiéramos ser.
Hay muchos ídolos, cada persona tiene al suyo.
Mi ídolo es Katy Perry. (Sí, es ídolo, ídola no existe.http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=idola <··· Ahí se corrobora.)


Ella para mi, no es una simple cantante revelación algo alocada. Katy es capaz de darle un matiz a sus canciones que pocas saben hacer. Tiene las canciones más pegadizas y alegres, pero también tiene las menos sonadas aunque no por ello mejores. Sé que hace tiempo que no escribía en el blog, pero hoy me ha salido de mi soberano moño hacerlo, además de que yo escribo aquí cuando hay algo que contar.






Hoy escribo, porque hoy me siento Katy, pero no una Katy cualquiera, sino la tuya.

jueves, 5 de mayo de 2011

Hay días...

Hay días en los que odias seguir viviendo. 
Hay días en los que ocurren sucesos insospechados.
Hay días... Como hoy.
¿Me explica alguien cómo es posible que se pueda ser tan jodidamente adorable y tan sumamente estúpido? Porque lo eres.

Hay días en los que me enamoro. Perdón, HABÍA días en los que me enamoraba.

Ya que si nadie es capaz de amar como yo lo hago ¿qué sentido tiene hacerlo? No soy de nadie, soy un alma libre, pero un alma que necesita cariño. Aunque la necesidad de ser querida es algo que me viene desde siempre, una pequeña manía, por así decirlo. Algo que ni mil teorías filosóficas llegarían a comprender, sólo yo.
Mi problema es que no sé elegir bien, soy arisca, cerrada, egoísta y, ante todo, egocéntrica; aunque esta egocéntrica bien sabe darlo todo. Lo que hay que saber, es donde hay que dar en mi, porque conseguirme, a mi auténtico yo, es algo muy trabajoso y que nadie ha sido capaz de conseguir. Soy demasiado complicada para los hombres de hoy en día. Siempre tan irrespetuosos y con esa mentalidad que no anda precisamente en la cabeza, sino más abajo. El que de verdad me merece es aquel al que no le importa mi forma de ser, mi cabezonería y mi poca paciencia. Debe de ser alguien que me quiera. Y es que yo no soy yo hasta que realmente no se me conoce, obviamente. Suelo ser feliz para otros, pero ya no.

Había días en los que era feliz por alguien. Hoy seré feliz por mi misma.