Esa mirada.

martes, 20 de agosto de 2013

El arte no deja de ser aire por ser pinceladas en el aire.

Espero que no te enfades conmigo por estar despierta a estas horas, pero no puedo dormir y, aunque tuviera sueño, lucharía por mantener mis párpados abiertos otro segundo más; sería otro segundo en el que podría verte dormir. Me gusta porque te veo relajado, tranquilo e, incluso, a veces me sorprendes con una sonrisa seguida de un murmullo indescifrable. Me gusta cuando me abrazas en sueños, porque me haces sentir indispensable para que estos sean buenos, como si yo fuese una especie de atrapasueños que caza todas las pesadillas antes de que te toquen. 


Adoro el ardor constante de tu piel, aunque a veces me despierte muerta de calor en mitad de la noche, casi agobiada, pero merece la pena, porque me deleitas sin saberlo con momentos como este. Tu calor es mío. Solo mío.


Me hace sonreír que tus manos se coloquen inconscientemente sobre mi vientre y lo acaricien desde la noche en casa de mamá, a pesar de que aún las pruebas no dan positivo. Me gusta que quieras algo que ni sabemos a ciencia cierta que existe, que le des cariño sin saber que es real. Me siento privilegiada por poder acariciar y que me acaricien las manos de alguien que consigue crear arte con ellas. Me fascina tu forma de escribir, la pasión de tus palabras; me fascina tu forma de crear vida en pedazos de papel, como dice la epistemología que la experiencia crea conocimientos en una tabula rasa. Por no hablar de cuando creas vida en la piel, dándole mil matices a una realidad que pocos son capaces de ver. Esas mismas manos son las que me tocan, las que me acarician y luego tiran del cabello, las que hacen que todo mi interior se contraiga y relaje en un instante de placer infinito. Tus manos son mías. Solo mías.


Por no hablar de tus brazos marcados por el dolor, el amor y la poesía, en los que me perdería en acariciar y trazar dibujos imaginarios sobre la tinta que los impregnan. Esos brazos que me apegan a ti por las noches, protegiéndome de peligros que no existen o que yo no me imagino, los brazos que me dan fortaleza cuando creo que me voy a desplomar. Tus brazos son míos. Solo míos.
Y tu espalda, donde las caricias crecen hasta que mi agresividad se hace latente cuando mis uñas te desgarran y marcan, haciéndole ver al mundo que tu espalda es mía. Y solo mía.



Y sigo trepando por la enredadera de tu piel hasta llegar a tu cuello, en el que mis labios, mis dientes, mi lengua han vivido, han mordido, lamido y gemido cada grito de un orgasmo, cada súplica, cada risa, cada poema tuyo que me has permitido recitar.
No puedo evitar caer en la tentación de seguir subiendo hasta tu barba, ligeramente descuidada. Sé que lo haces porque me gusta, porque ver cómo mi mejilla se deja acariciar por ella hasta estremecerme, te hace sonreír. Tu barba es mía. Solo mía.
Luego, tus labios. No sé qué decir de tus labios. Apetecibles ahora que estás dormido, porque lucen entreabiertos, dejando que el aire pase por ellos recorriendo antes y después tu boca. Envidio al aire. Pero también son apetecibles durante el día, incluso 
cuando los frunces disgustado. Esos labios que me besan, que me exigen, que apaciguan el dolor cuando tus dientes se clavan en mí, siempre presentes cuando buscas recordarme que soy tuya. Solo quiero unir mis labios con los tuyos, hundir mi lengua en cada rincón de tu boca. Tu boca es mía. Y solo mía. 

Tu boca me recuerda a mil fantasías, como las que me narra tu voz grave, dulce y autoritaria, una voz que se me antoja a felicidad, que esconde secretos que quiero averiguar. Una voz que dice más de lo que parece. Tu voz como mejor reclamo para mi obediencia, como mejor llamada a mi éxtasis. Tu voz como la mejor de las melodías alguna vez soñadas. Tu voz es mía. Y solo mía.
No puedo evitar perderme en tus ojos. Perlas que parecen derretirse en el calor de tu cuerpo, del mío. Como nosotros cada noche. Tus ojos son míos. Y solo míos. 
A veces, trato de imaginar cómo deben verme esos ojos para que me quieras de la forma que lo haces, pero es algo que me resulta imposible. Pero, aunque no sea capaz de comprenderlo, no quiero que dejes de hacerlo. Porque eres mío. Y solo mío. 



Y sea como sea, no quiero separarme nunca de ti, de tu calor, de tu forma de hacerme el amor como si fuera arte. Porque mi alma quebraría y se rompería si eso sucediera. Dicen que mi alma es pura, pero sin la decadencia de la tuya, te aseguro que mis ojos se morirían. No puedes pedirles a unos ojos que han vivido la perfección que se adapten a la realidad mundana. Mi realidad es aquella que tú bordas en mi piel con cada experiencia y recuerdo inmejorable que da sentido a mi vida.

Por, eso soy tuya. Solo tuya.



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